Expresión y emoción

29.12.2014 00:01

Los niños nacen conectados. Conectados con sus emociones, con las de quienes los rodean, con el mundo de los viajes internos y la ilusión. Cuando los niños aprenden a hablar, no sólo hablan, sino que tienen la cualidad de expresar sus emociones, sus deseos. Como un libro abierto.  Si quieren ir a casa, si se aburren, si están enfadados contigo o están contentos. Conforme van de la mano de sus familias, de la escuela, de las actividades, va mermando su capacidad de expresión, reprimida con la excusa de tener un buen comportamiento. Así, le decimos a los niños que deben callarse, no protestar, no ser políticamente incorrectos, ser los niños buenos que en nuestro modelo mental cuadran con la perfección. En realidad, deberíamos plantearnos qué esperamos de ellos, en qué medida creemos que ellos deben satisfacer nuestras expectativas, de dónde parten estas expectativas y cómo nos sentimos cuando ellos expresan lo que sienten.

Ya de adultos, la falta de expresión emocional, la incapacidad con la conexión con las emociones, genera en muchas ocasiones somatizaciones, síntomas vagos, sensación de vacío, dolores variados que conectan directamente con el bloqueo de la vida emocional. Por eso, cuando le decimos a un niño que se calle, que se porte bien, tal vez sea interesante pensar qué supone eso para un ser que nace llorando, descarga de energía vital como expresión de la fuerza de la vida.

 El brillo de la infancia vive dentro de todos nosotros, sólo es preciso conectar con él. 

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