El disfraz

En los momentos de tristeza, es cuando uno puede sentirse más cerca de comprender al otro. De ver la vida en perspectiva, entender las circunstancias de los demás, y las propias, sentir en carnes propias el dolor del otro, porque es el de uno mismo. Quedarse en ese espacio triste, de la carencia, del disfraz, sentir que no lo hace mejor, porque no puede, que no lo hago mejor, porque no puedo, que doy todo lo mejor que tengo para mí, y para el otro. En ese momento de trascender el papel que juega el otro en el teatro de la vida, se nos abre un entendimiento mayor. Vemos su papel, vemos el nuestro, nos duele, nos quedamos ahí, y traspasamos el umbral del dolor. Entonces se abre ante nosotros un amor inmenso, que no juzga, que sólo entiende, abraza, y ama. Ahí está el gozo de la vida, y basta trascender el punto de máximo dolor para acceder a él.